Con este lugar pasa
como con los buenos amigos, que no llegas hasta ellos si no te los
presentan. Y luego se convierten en incondicionales. En aquellos a los que
acudes cuando tienes una buena noticia que compartir. O un mal día y necesitas
desahogarte, que te escuchen y que te den eso que sabes que no vas a encontrar
en otro sitio. O cuando llevas tiempo fuera, sin verles, y quieres saber qué hay de nuevo. O comprobar
que, afortunadamente, nada en esencia ha cambiado.
Este lugar tomó el
legado del cuartel general, que era mi casa. Un piso con azotea en el centro
del barrio de Gracia de Barcelona. Donde se celebraban las alegrías, se
intervenían las dudas en la barra de la cocina cual mesa de operaciones y se
acababa siempre riendo y con una moraleja en la pizarra.
Este lugar tomó el relevo hace 3 años. Y ha mejorado la
marca. Primero, porque no hay que ganar a pulso ninguna apuesta para que haya
Voll Damm fría en la nevera. Segundo, porque no hace falta quedar para
encontrar allí a alguien de la familia. Y tercero, porque no sé si es que al
cumplir ella su sueño ha hecho que se cumplan los del resto.
El Lola & Lo abrió la persiana cuando yo cerré la puerta
de mi casa y puse rumbo a un viaje que cambiaría mi vida. Allí celebramos mi
despedida, mis 30 años, el vermut de Nochebuena que acabó en merienda. Allí,
ese día, me acompañó la persona por la que, sin saberlo, me marché de Barcelona.
Allí brindamos por una nueva etapa profesional más lejos todavía. Y
diseccionamos las dudas en la barra, como hacíamos en La Chocita, cuando decidí
volver donde hoy está mi hogar. Allí, con unos Pat, unas copas de Gesamí y una 0,0% brindamos por la mejor
noticia que he recibido jamás: que íbamos a ser padres.
Se han cumplido mis sueños en estos 3 años, y algunos de
ellos ni había llegado a soñarlos. Y muchos más, que seguro ellas tampoco. El
Lola & Lo abrió la persiana a la vez que una de nosotras “se tiraba de la
moto”, como ella bromea, para conocer al fisioterapeuta con el que hoy comparte
su vida; en esa época, la más dulce de nosotras construía su nuevo hogar (todo
DiY, por supuesto); poco después, una valiente se lanzaba al Canal de la Mancha
y se convertía en toda una Lady; el 25 de julio del año pasado la más pequeña
del grupo casi casi nace en el 52 de la calle Valldonzella; ese verano una femme fatale desconocida hasta entonces nos sorprendía en el grupo y
aprendía a reinventarse a sí misma; y hace tan sólo unos días, la pizarra se
convertía en una invitación de boda improvisada…
Con el apoyo de sus incondicionales y, sobre todo, con su
esfuerzo las 24 horas del día y de la noche, Lola -a la que si entras en un día
de mucha faena verás con cara de pocos amigos, pero que te servirá lo que a ti
más te gusta sin necesidad de pedírselo- ha hecho posible que podamos compartir
estos únicos momentos y los que están por venir.
Per molts anys Lola&Lo!
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